Àngel Casals (dir.), El bandolerisme a la Corona d’Aragó, vol. I, Galerada, 2012



Abstract: No por ventura, el siempre sugestivo Miquel de Cervantes, en sus obras, hizo del bandolerismo una cuestión recurrente. En Las dos doncellas, La cueva de Salamanca, La Galatea o el Quijote se vierten escenas, en su mayoría sobrevenidas significativamente en Cataluña, donde los personajes son asaltados, de un modo u otro, por esta realidad. El propio Alonso Quijano, pisando un amanecer las tierras catalanas -poco antes de ser apresado por Perot Rocaguinarda - explicaba a su escudero Sancho Panza que «[…] estos pies y piernas que tientas y no ves, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta, por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona» (Quijote, II, cap. LX).

No por ventura, el siempre sugestivo Miquel de Cervantes, en sus obras, hizo del bandolerismo una cuestión recurrente. En Las dos doncellas, La cueva de Salamanca, La Galatea o el Quijote se vierten escenas, en su mayoría sobrevenidas significativamente en Cataluña, donde los personajes son asaltados, de un modo u otro, por esta realidad. El propio Alonso Quijano, pisando un amanecer las tierras catalanas -poco antes de ser apresado por Perot Rocaguinarda – explicaba a su escudero Sancho Panza que «[…] estos pies y piernas que tientas y no ves, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta, por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona» (Quijote, II, cap. LX).

No por ventura, el siempre sugestivo Miquel de Cervantes, en sus obras, hizo del bandolerismo una cuestión recurrente. En Las dos doncellas, La cueva de Salamanca, La Galatea o el Quijote se vierten escenas, en su mayoría sobrevenidas significativamente en Cataluña, donde los personajes son asaltados, de un modo u otro, por esta realidad. El propio Alonso Quijano, pisando un amanecer las tierras catalanas – poco antes de ser apresado por Perot Rocaguinarda – explicaba a su escudero Sancho Panza que «[…] estos pies y piernas que tientas y no ves, sin duda son de algunos forajidos y bandoleros que en estos árboles están ahorcados; que por aquí los suele ahorcar la justicia cuando los coge, de veinte en veinte y de treinta en treinta, por donde me doy a entender que debo de estar cerca de Barcelona» (Quijote, II, cap. LX).

Si bien, indudablemente, Cataluña se vio reiteradamente afectada por el bandidaje durante la Edad Moderna, su expresión sobre el territorio venía cuanto menos de la Edad Medieval. En esto, como en el resto, poco o nada hubo de singular. Al contrario, las luchas de facciones, los asaltantes de caminos, la contratación de sicarios o incluso el uso del bandolerismo con finalidades políticas fueron frecuentes no sólo en Cataluña sino en el resto de los territorios de la Corona de Aragón – en tanto que realidad proyectada sobre el Mediterráneo – cuando no, en enclaves esparcidos por toda Europa.

En este sentido, el primer volumen de Bandolerisme a la Corona d’Aragó, dirigido por Àngel Casals, es el corolario de la decidida apuesta del Departamento de Historia Moderna de la Universidad de Barcelona por el estudio y disertación científica sobre esta temática, partiendo de la profunda renovación historiográfica de las últimas décadas. Además, todo ello obedece al claro propósito de impulsar un estudio vinculado del bandolerismo que, partiendo de Cataluña establezca paralelismos y reciprocidades con su contexto general; esto es, el resto de territorios de la Corona de Aragón, el Mediterráneo y Europa. No por casualidad en la obra concurren reconocidos especialistas internacionales, como Xavier Torres, Francesco Manconi, Friedrich Edelmayer o Lluís J. Guia, acompañados de otros tantos y no por ello menos meritorios investigadores.

Ciertamente, en este caso las perspectivas iniciales se están cumpliendo. Al respecto, no se puede pasar por alto la plataforma que lo ha hecho posible; la periódica celebración de Jornades Internacionals sobre violència social, bàndols i territori. Pese a que en la actualidad cuenta sólo con tres ediciones – lo que significa que están por salir otros dos volúmenes – se ha convertido en un verdadero marco de trabajo, encuentro y reflexión sobre bandolerismo entre estudiosos e investigadores de procedencias diversas, a la vez que un punto de confluencia entre las universidades catalanas, los centros de estudio comarcales y el público interesado.

En lo que al contenido se refiere, basta con leer el capítulo introductorio a la obra a cargo del propio Àngel Casals en el que acomete una verdadera declaración de principios, para devorar el resto. A lo largo de sus cerca de trescientas páginas se descubren profundas e interesantes reflexiones sobre la difícil y compleja definición de términos, las inmediatas perspectivas de estudio, la adopción de una metodología específica o la consideración de las diversas tipologías documentales. Además, a poco que se recapacite sosegadamente, se descubre que los bandoleros, a los que por momentos se les devuelve un halo de vida, han dejado de ser definitivamente los hijos de la miseria o los adalides rebeldes de alguna revuelta social, para convertirse en algo distinto. No en balde el diseño de la cubierta exhibe un pedernal lustroso y brillantemente repujado.

De otra parte, es cierto que al tratarse de una miscelánea comprende aportaciones con enfoques muy dispares, aunque con evidentes puntos de común unión: la conciencia de un bandolerismo producto de la prosperidad, la desconfianza en las grandes explicaciones globales o la necesaria reflexión sobre las fuentes y los métodos.

En esa dirección discurren las páginas escritas por Xavier Torres, en las que realiza un balance historiográfico, trocado en una introspección sobre el estado de la cuestión y una apertura de miras sobre las perspectivas de estudio del bandolerismo, tres décadas después del inicio de la discusión académica; a caballo entre las tesituras de Eric Hobsbawm y Fernand Braudel, fuertemente cuestionadas, en los congresos de Venecia (Gherardo Ortalli (a cura di), Bande armate, banditi, banditismo e repressione di giustizia negli stati europei di antigo regime, Roma 1986), y Cerdeña (Francesco Manconi (a cura di), Banditismi mediterranei, Secoli XVI-XVII, Roma 2003). Asimismo, desterrados los ensacados desfiles de cuadrillas y bandoleros surtidos por las fuentes de la represión, en la actualidad resulta más atractivo y fructífero el estudio sobre la conflictividad social centrada en la reconstrucción de las redes, linajes o personajes concretos frecuentemente desvencijados de su posterior idealización. Tal es el ejemplo de Mateu Vicent Benet, un bandolero valenciano cuyas hazañas llegaron al teatro. Lluís J. Guia revela su trayectoria vital, primero en Valencia como sicario del hermano del duque de Segorbe y tras su llegada a Nápoles, donde alcanzó el cargo de capitán de los tercios al servicio de los Habsburgo. Otro tanto sucede con Segimon Paratge, destacado dirigente de los cadells, del que Elisenda Collelldemont ha reconstruido la tupida maraña de las redes de solidaridad familiar o la fortaleza patrimonial y económica que le permitieron el ascenso social. Lo mismo ocurre con el Minyó de Montellà, conocido bandolero del Seiscientos inmiscuido en la lucha de bandos de nyerros y cadells en el Principado de Cataluña y sobre el que Manel Figuera profundiza, tratando de averiguar su verdadera identidad deslindada de la leyenda.

En otros casos la investigación sobre la violencia ha optado por el estudio de ámbitos geográficos más o menos reducidos, distritos administrativos, ciudades o feudos. En tales circunstancias se desenvuelve el interesante repaso de Francesco Manconi a las complejas y enmarañadas luchas de bandos en la Cerdeña del siglo XVII que enfrentaban a los marqueses de Laconi con los marqueses de Villasor. Miquel Deyà, por su parte, ofrece una sistematización de las aportaciones de Jaume Serra y Aina Le-Senne al caso mallorquín, enlazándolo con el proceso de desposesión campesina iniciada en el siglo XVI y reflexionando sobre sus orígenes y evolución. Tanto o más sugestiva es la contribución de Bruno Pomara, quien traza otro tanto para Sicilia, centrándose en la banda de la baronesa de la Ferla, Anna Requesens, sugiriendo valiosas hipótesis y vías de investigación.

Tampoco se pueden desatender relevantes estudios como el de Valentí Gual y Jordi Buyreu sobre el bandolerismo en las tierras de la Cataluña Nueva, especialmente centrado en el ámbito del monasterio de Poblet y en Terres d’Ebre; o el de Lluís Obiols en la comarca de la Cerdaña – tierra de frontera con Francia – que ejemplifica la vacilante posición de la Monarquía hispánica en cuanto a la dureza o la permisividad – según la coyuntura – y en el que se permite adentrarse en figuras concretas, como la de Joan Cadell.

En cierto sentido, esta última conecta con la aportación de Friedrich Edelmayer en relación con la tolerancia o incluso la promoción del bandolerismo nobiliario en los territorios de frontera de Carniola durante la segunda mitad del Quinientos. Todo ello, aunque en otro orden de cosas, enlaza con el cometido en solitario de Jordi Buyreu que introduce al lector en los métodos, efectivos y motivos de la represión del bandolerismo, en contraste con la contención y la pacificación que expone Bruno Pomara.

En conclusión, hago mías las palabras e ideas de Àngel Casals: tal vez la microstoria prive al bandolerismo de la aparente brillantez que ha gozado durante años, pero se ganará en el atractivo y comprensión de los motivos que condicionaron el recurso a la violencia; lo cual conllevará, a largo plazo, una ostensible ampliación de los conocimientos.